En La vida era eso Carmen Amoraga acierta: la vida es eso, simplemente eso. La vida es felicidad y tristeza, diversión y aburrimiento, discusiones y reconciliaciones, promesas e infidelidades, en definitiva: eso. Y todo eso es lo que descubre Giuliana después de la muerte de su marido por cáncer de cólon.
Sin pretender ser un ensayo existencialista, Amoraga relata la supervivencia de esta mujer a la que la muerte pilla por sorpresa. Y sorprende precisamente su angustia y su sentido del humor: la angustia de las noches sin dormir y el humor de las pequeñas situaciones de la vida. La autora nos expone el día a día, con sus compras, sus meriendas, su ropa por planchar, sus excursiones de fin de semana. Una cotidianeidad que se vuelve trágica cuando se pierde a un ser querido demasiado joven por una enfermedad como el cáncer.
Además, y es lo que enriquece la novela, Amoraga estructura su historia a través de las cinco fases del duelo que la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross propuso: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. El paso de una fase a otra nos viene dado por los diálogos interpersonales e internos de la protagonista, por los mensajes que ella misma escribe en Facebook, tanto en su página recién creada, como en la de su marido y por los mensajes de What’s app que tiene con el grupo de oncología. Esta inclusión de textos no propios de la literatura es lo que otorga a la novela ese carácter tan actual. También está la mención a Gran Hermano, a Wikipedia y a Messi. Esta mezcla de vulgar cotidianeidad y tragedia es lo que hace que, a pesar de no ser un escrito existencialista, a uno le asalta la duda: ¿qué sentido tiene la vida?
Sabe que las ocas grises vuelan juntas y en pareja toda la vida y que, cuando una de ellas desaparece, la respuesta de la que queda es buscar a la otra en los mismos lugares. Sabe que la oca, inquieta, vuela día y noche y recorre grandes distancias, yendo a los lugares que conocieron juntas y en los que cree que podría hallarse su compañera, y sabe que, en el camino, la oca viva lanza su penetrante llamada. «Vuelve aquí. Vuelve conmigo». Sabe que el animal vuela cada vez más lejos, cada vez más cansado. Sabe que, en ocasiones, la oca que busca se pierde y no encuentra el camino de vuelta, y desaparece también.
En El malestar en la cultura (1929), Sigmund Freud afirmó que el sufrimiento humano amenaza por tres bandas: por el propio cuerpo, por el mundo exterior y por las relaciones con otros seres humanos. A excepción del sufrimiento de la naturaleza, la del cuerpo y la social están muy presentes en el texto. La del cuerpo resulta evidente, William su marido muere víctima de un cáncer. La social se halla a lo largo de toda la novela.
Giuliana era una mujer luchadora y reivindicativa, que estudió sociología porqué quería eliminar las injusticias del mundo. Sin embargo, como ella misma se reprocha, lo dejó todo por amor. Se casó, tuvo dos hijas y se dedicó en cuerpo y alma a cuidar de su familia y su casa. Esa elección que fue libre, se le antoja obligada por las circunstancias. Cuando a su marido le ofrecieron trabajo en España, decidieron marchar de Estados Unidos (antes habían dejado Argentina) y comenzar una nueva vida. Pero esa vida se ve truncada por la muerte. Y así, Giuliana tiene que hacer frente a su escaso tejido social. Porque el sufrimiento de Giuliana no es tanto el de haber perdido a su marido, sino el de verse sola. Precisamente este tercer sufrimiento del que hablaba Freud, es el más doloroso de todos. Por eso a Giuliana le cuesta más traspasar la fase de negación, de ira y de depresión. La primera puesto que no acepta decir que su marido ha muerto, sino que se ha marchado, y así mismo se lo recuerda una y otra vez. La de la ira, porque le irrita la compasión; y la depresión, porque no sabe a quién acudir.
Hay días en los que piensa que no ha llorado y otros que se los pasa cocinando con cebolla para poder disimular. Hay días que se suman unos a otros y se solapan y hay días que pasan rápidos porque no han estado tan mal.
Pero la vida pasa y ese tercer sufrimiento del que hablaba Freud encuentra remedio: su familia. Giuliana vuelve a Argentina y allí halla la paz. De vuelta a España, llegamos a la aceptación. Esta fase se reduce sólo a un sueño en el que, después de tanto tiempo, aparece William. Y así, Amoraga acaba tal como empieza, y el sueño da ese carácter cíclico a la novela. Y quizás la vida sea eso, no una línia con principio y fin, sino un círculo en constante movimiento. ¿Tiene sentido la vida? Amoraga no nos responde, porque la vida independientemente de que tenga o no sentido, la vida tiene valor.
Título: La vida era eso |
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