Escribir sobre la crisis de las negociaciones entre Grecia y el Eurogrupo es ser consciente de que el vertiginoso ritmo que siguen los acontecimientos pueden hacer que en pocas horas, o a lo sumo, días, cualquier cosa que pongas sobre el papel quede desfasada. Sin embargo, para entender la crisis es interesante hacer una pequeña recapitulación de lo que ha pasado hasta la fecha. La alternativa es dejar que la historia nos la cuenten columnistas o tertulianos con una conclusión tomada de antemano.
El domingo pasado, el gobierno griego presentó una propuesta de objetivos fiscales a corto plazo a sus acreedores. Dicha propuesta suponía una cesión en muchas de las posturas que el gobierno de Syriza había mantenido hasta el momento: se acordaba alcanzar un superávit primario de 1% en 2015 y 2% en 2016, mediante medidas como retrasar la edad de jubilación a los 67 años y restringir las prejubilaciones, así como el aumento del IVA en ciertos bienes de consumo.
La estrategia del gobierno de Tsipras era ofrecer una propuesta al Eurogrupo que pudiese ser aceptable para la Troika (al implementar medidas de austeridad) y abriese la puerta a cierta condonación de la deuda, pero que a la vez estuviese modelada bajo un patrón de redistribución de la riqueza. Algo así como una austeridad “de izquierdas”, en la que quienes más se viesen afectados no fuesen la mayoría social que lleva sufriendo la crisis y las medidas de recortes. Dentro de Syriza, y parte de su base social, esta propuesta de austeridad redistributiva generó rechazo. Costas Lapavitsas (portavoz no oficial de la “Plataforma de Izquierda” de Syriza) estuvo entre los críticos más duros. Fuera, el Partido Comunista Griego (KKE) movilizó a los pensionistas para protestar contra la propuesta.
El lunes, mientras el murmullo en la izquierda griega continuaba, Hollande mostró su apoyo a la nueva propuesta griega. Sin embargo, a medida que avanzaba la semana, parecía que empezaba a quedar claro que el FMI rechazaba la propuesta e insistía en introducir enmiendas para hacerla menos redistributiva, algo que el gobierno griego no podía aceptar. La situación de máxima tensión de las negociaciones llegó en la reunión del Eurogrupo del 25 de junio, en la que se calificó la anterior propuesta del gobierno heleno de inasumible por distintos países de la Unión Europea. Al gobierno griego se le presentó una última oferta que estos no podían aceptar y que incluía medidas como aumentar el IVA de los hoteles del 6% al 23%, retirar ayudas a agricultores o reducir las pensiones más bajas. Ni una palabra de condonación de deuda, sino simplemente más austeridad, ni siquiera redistributiva, y que afectará a los miembros más castigados por la sociedad, aquellos que pusieron sus esperanzas en que Syriza supusiese un cambio.
Es en este contexto en el cual Alexis Tsipras hizo su anuncio, la noche del viernes 26 de junio, de la convocatoria de un referéndum en el que el pueblo griego votaría sobre si aceptar este nuevo acuerdo, impuesto a la fuerza por el Eurogrupo. Al día siguiente, Yanis Varoufakis, el ministro de finanzas griego, explicó los motivos para haber llevado a cabo dicha convocatoria ante el resto de miembros del Eurogrupo, tras lo cual se le excluyó de la reunión (según fuentes del resto de miembros del Eurogrupo, fue él el que abandonó la reunión). Posteriormente, el Eurogrupo publicó un comunicado en el que se anotaba a pie de página que el mismo había sido firmado por los 18 miembros “excepto Grecia” (aquí se puede leer una crítica punto por punto del comunicado de la mano de Michael Roberts). Quizás el pie de página más simbólico de cómo han transcurrido estas negociaciones.
Es fácil adoptar la postura del cinismo de los medios mainstream e intentar presentar el referéndum de Tsipras como una maniobra maquiavélica, un farol que lanza ante el resto de la Unión Europea para conseguir sus objetivos electorales: consolidarse en el poder y quizás arrancar concesiones a la Unión Europea. Más cercano a la realidad es recordar el curso de los acontecimientos de los últimos días y ponerlos en el trasfondo del sufrimiento continuo de la población griega desde que una crisis mundial que ellos no causaron les golpeara en 2008. Porque entonces se puede ver cómo resulta lógica la postura del gobierno de Grecia: su victoria en las últimas elecciones, con un 36%, entrañaba un mandato de negociar con la Troika y poner fin a una situación de miseria creciente en su país. Tras unas negociaciones en las que el gobierno de Tsipras ha presentado distintas propuestas, ha cedido y ha intentado hallar puntos de encuentro, lo único que han encontrado por parte del Eurogrupo es silencio, inmovilismo y objetivos que se iban moviendo cada vez que unos se cumplían. El propio Varoufakis admitía que muchas de las medidas de la propuesta del gobierno griego no le gustaban. Pero ni aún cediendo en algunas de sus posturas, el Eurogrupo ha dado su visto bueno. La intransigencia del Eurogrupo es sorprendente: da igual cuánto ceda el gobierno griego. La oferta es un “o lo tomas o lo dejas” que pone a los griegos en una postura humillante. Y en Europa hay precedentes históricos de por qué las humillaciones nacionales, las “lecciones ejemplares” nunca son una buena idea, al margen de lo que haya hecho un gobierno, anterior o actual.
Atrapados entre la espada y la pared el gobierno heleno ha decidido dejar que el pueblo vote, y aquí es donde vemos la estima que tienen por la democracia muchos: está bien, siempre que se vote lo que yo quiero y que las decisiones importantes queden en manos de algunos “expertos” (que deciden lo que yo quiero y cuyas decisiones nunca van a ser un perjuicio para mí o los míos). En el momento en el que la democracia traspasa estas fronteras, se vuelve peligroso populismo.
PD: como señalaba en el primer párrafo, los acontecimientos se mueven a ritmo vertiginoso. Hace menos de una hora, Alexis Tsipras ha salido en televisión anunciando control de capitales y que mañana los bancos no abrirán. El «triángulo imposible» que mencionaba Michael Roberts parece que sigue acechando a Grecia: seguir en el poder, revertir las políticas de austeridad y continuar en el Euro.
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Alisa hehehe
[…] diría un castizo, ¿Unas fiestas son permisibles y otras no? Eso ha pasado con el referéndum en Grecia, que el resultado se analiza según la posición previa en la que nos situemos. Si el resultado ha sido de nuestro agrado es válido, en cualquier caso, y si no ha sido de […]