
Tokio ya no nos quiere
Llegan los días vacíos. Los días de estar solo, sin ninguna ocupación, sentado en las plazas, mirando a los barberos y a los adivinos, a los masajistas y a las parejas paseando en ciclomotores. Llegan días como éstos y no hay nada que uno pueda hacer con ellos. Se amontonan sin remedio. A dejar entonces…